ANDRÉS ROIZEN / MIGUEL ARREGUI04 abr 2015
Karina, en tanto, lucha contra el maltrato a
los caballos. Milita para erradicar los carros de basura que usan a
estos animales en Montevideo y protesta contra las jineteadas. Está
organizando una movilización para hoy frente a la Criolla del Prado,
además de dedicar varias horas a la semana a cuidar animales heridos.
Antonella, por su parte, coordina la protectora Unidos
por los Animales (UPA), en la ciudad de Santa Lucía, en Canelones. Ella
ubicó a otras personas de la zona que están alarmadas por las
situaciones de abuso y agresión a animales, que dicen que son frecuentes
allí, y comenzaron a trabajar para atenderlos.
Además, colaboran con una mujer de 70 años que quedó
sola al frente de un predio donde funcionaba un refugio de animales, y
que hoy tiene más de 100 perros para atender.
Ellas son "activistas" por los animales, y son sólo una
pequeña parte entre los que militan a diario por esta causa. En Uruguay
ya hay 26 organizaciones de protección animal con personería jurídica.
Funcionan como refugios, hacen castraciones, ayudan a ubicar animales
perdidos, atienden animales lastimados o denuncian casos de maltrato. Y
más allá de esos grupos, cientos trabajan en el tema de forma
independiente. Son tantos que nadie en el ambiente se anima a dar una
cifra: "Seguro que hay varios miles", dicen.
Es evidente que esta tendencia viene registrando un
notable crecimiento en los últimos años y que cada vez moviliza a más
gente, además de cuestionar elementos de la identidad nacional
como las domas y jineteadas y toda la liturgia que ellas suponen.
Los activistas ya se hicieron sentir frente a las
criollas y han enfrentado a los jinetes. Son los que reclaman cuando un
caballo aparece lastimado tras tirar de un carro y los que se organizan
por un perro perdido, por un gato herido, por la fauna marina
contaminada o, como pasó esta semana, por la jauría de perros que mató a
un paciente en la Colonia Etchepare.
Vocación.
Son fanáticos. No les importa si hace frío, calor, si
es muy temprano o muy tarde. Casi como un dogma, repiten que donde haya
un animal en problemas, ellos van a estar. Ponen dinero de su
bolsillo, se apoyan unos a otros, buscan donaciones e incluso se
vinculan con sus pares a nivel internacional.
Se organizan por las redes sociales y las usan como
plataforma para encontrar un animal perdido o para denunciar abusos. Se
movilizan de a decenas o centenas e incluso recurren a los "escraches".
Algunos eligen marchas o reclamos pacíficos, otros optan por la
violencia, las agresiones y el ingreso a la fuerza a zoológicos para
abrir jaulas y liberar criaturas.
Sus posturas, dicen, parten del amor a los
animales y la naturaleza, pero no están exentas de fundamento y buena
retórica para explicar sus reivindicaciones. Su forma de pensar los
marca a fuego. Muchos se hacen vegetarianos o veganos (se abstienen de
consumir alimentos o usar artículos de origen animal). Todos coinciden
en algo: dar todo por la causa.
Incluso, algunos se enferman por esto. Se denomina
"fatiga compasional" y es un síndrome que aparece en las personas que
trabajan en pro de los animales y que se sienten desbordadas por no
poder dar la suficiente asistencia. Incluso a veces, sin darse cuenta,
terminan perjudicando a los animales que tienen a su cargo.
"Es algo que uno lleva en el alma. En mi caso pienso
así desde los nueve años, cuando vi que en mi barrio se llevaban perros
enlazados a la perrera", contó a El País Karina Kokar, que integra el
Movimiento Basta de TAS (tracción a sangre) y la organización Animal
Help.
Ella es vegana y si bien no da detalles, dice que
dedica "muchas horas semanales y dinero" de su bolsillo a la causa. "Es a
pulmón, pero es porque entendemos que las cosas deben ser así", afirmó.
Consultada sobre si ante algunas situaciones el
hacer foco en los animales no lleva a olvidar las propias carencias de
las personas, respondió: "No somos personas que se preocupen sólo por
los animales, somos gente que ampliamos nuestro círculo de compasión,
somos sensibles con los humanos y con los animales también. Tienen la
misma importancia".
Críticas.
Pero más allá de que la defensa animal es empujada
constantemente por los activistas y las ONG que se movilizan a diario,
el asunto ha tenido repercusiones ínfimas a nivel estatal, y las
respuestas a situaciones de maltrato, abuso o similares siguen siendo
deficientes.
La Comisión Nacional Honoraria de Bienestar Animal
(Conahoba), dependiente del Ministerio de Educación y Cultura, procura
"la tenencia responsable de animales" y el "control de los animales de
compañía". La preside Homero Cabanas y se integra con representantes de
diversas reparticiones públicas y organizaciones protectoras de
animales. Recibe denuncias de maltrato y puede actuar de oficio.
Durante la Semana Santa El País procuró consultar al
jerarca a cargo, pero no respondió. El miércoles pasado ya nadie
atendió el teléfono en el organismo, la casilla de mensajes estaba llena
y en la sede de la Conahoba nadie respondía.
Según cifras del MEC, dicha oficina recibió desde
marzo del año pasado (cuando fue reglamentada la ley de Protección
Animal) hasta el 3 de julio, más de 1.000 denuncias por maltrato contra
animales. Ante esas situaciones, "en algunos casos hubo que proceder a
la requisa" y "se retiraron por malos tratos más de 150 equinos
destinados a trabajo urbano y más de 200 perros", se informó en ese
entonces.
Sin embargo, Gabriela Moreno, veterinaria,
presidenta de la Asociación Nacional de Protectoras de Animales y
delegada alterna por parte de las protectoras ante la Conahoba, lanzó,
en diálogo con El País, duras críticas sobre esta comisión.
"La Conahoba directamente no actúa. No tiene
recursos y no hay voluntad. Los lunes deberían reunirse los
representantes de todos los organismos comprendidos y sólo se juntan el
presidente de la comisión y la representante de las ONG. Es una
comisión abandonada e inoperante", dijo la activista. Señaló que de las
1.000 denuncias se resolvieron cerca de 100, mientras que el resto
quedaron formalmente presentadas, pero olvidadas.
"Se presentaron denuncias formales con fotos, firmas
y hasta con videos. Denuncias por maltrato, abandono, peleas de perros y
demás, pero no se hizo nada con todo eso", afirmó la veterinaria.
En ese marco, la delegada también se quejó de que
tras el ataque en la Colonia Etchepare, la Conahoba no tuvo respuestas.
"Llamé a Cabanas, pregunté qué íbamos a hacer y me dijo que la
dirección de Jurídica del MEC había prohibido que la comisión hablara
con la prensa. Entonces, al final, no se hizo nada".
La activista concluyó: "La Conahoba es la única herramienta que hay para defender a los animales, pero no cumple su objetivo".
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