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Montag, 10. März 2014

In Venezuela gibt es Sechs-Stunden-Warteschlange für Lebensmittel


Demonstrationen, Zusammenstöße und die Geißel der Knappheit fördern soziale Unruhen


Lejos, o no tanto, de las guarimbas, las barricadas y las marchas en pro o contra del gobierno de Nicolás Maduro, la crisis de Venezuela se ve en los habitante comunes, en las familias que no pueden acceder a los alimentos debido a la escasez que ha dejado las góndolas de los supermercados casi vacías.
A las protestas que se suceden por la falta de alimentos y medicamentos –que tuvieron una nueva expresión el sábado, con una marcha en la que los manifestantes acudieron con sus cacerolas vacías– se suma la lucha de todos los días de las amas de casa, o de cualquier padre de familia, por llevar alimentos a la mesa.
Para que eso sea posible, en Venezuela es necesario estar atento y, por qué no, adelantarse para dejar otras personas sin su ración, pues la situación en la que está sumido un país con grandes reservas petroleras linda con el caos y la desesperación.
Un claro ejemplo de lo que se vive en el país caribeño, más allá de los disturbios, es el de Patricia Gamboa, quien llega al supermercado gubernamental de San Cristóbal (oeste del país) a las 2 de la mañana, seis horas antes de que abra sus puertas, para ser la primera en la fila y comprar cualquier cosa que encuentre. No importa qué; lo que encuentre.
Al amanecer, unas 200 personas ya están formadas detrás de Gamboa afuera del supermercado Bicentenario, todas con un número en tinta verde en la muñeca para evitar discusiones de quién llegó primero.

 
La calle está bloqueada por una de las barricadas que los manifestantes erigieron atravesando árboles en varios puntos de la ciudad para protestar, entre otras cosas, contra la escasez de alimentos y productos básicos en Venezuela, el país con las mayores reservas petroleras del mundo.
Las góndolas vacías son uno de los reclamos que alimenta la ola de protestas en San Cristóbal y en otras localidades de Venezuela, acechando al presidente Maduro desde hace un mes.
Venezuela es golpeada por una aguda escasez, pero en San Cristóbal, donde se desencadenaron las protestas el 4 de febrero, encontrar harina, manteca, aceite de cocina o leche es una verdadera odisea.
Gamboa, de 58 años, y la clienta con el número uno escrito en la muñeca, no lleva una lista de supermercado para comprar alimentos para los seis miembros de su familia.
¿Qué va a comprar entonces? “Lo que haya”, responde haciéndose eco del sentir de todos los que están en la cola y que matan el tiempo leyendo, tomando café o sentados en la acera.
Los clientes pueden comprar en el Bicentenario solo ciertos días, dependiendo de los últimos números de su cédula de identidad. Y una vez que están formados, además del número en la muñeca, el supermercado les da otros papeles numerados.
En otros puntos de la ciudad, en dos supermercados del sector privado, las colas se extienden por más de 200 metros.

Sin pan para mañana
Armando Mirando, vicepresidente de la Asociación de Panaderías del estado de Táchira, comentó a la AFP que San Cristóbal se podría quedar sin pan mañana martes, pues los camiones que transportan harina y manteca se han negado a llegar allí desde hace dos semanas debido al caos provocado por las barricadas.
“Ya había escasez antes y ahora no llega nada”, comenta Mirando luego de participar en la “conferencia de paz” organizada por el gobierno para buscar una salida a las protestas, pero que para la oposición es solo una simulación.
En medio de los disturbios, la mayoría de los comercios y restaurantes permanecen cerrados en esta ciudad de 260 mil habitantes.
La oposición atribuye los problemas económicos de Venezuela, que registra una inflación de 56%, a los controles de cambio a una tasa sobrevaluada, en vigor desde 2003, y de precios.
Aunado a ello, señalan los críticos, el gobierno entrega a cuentagotas los dólares necesarios para las importaciones, pese a que el país compra en el exterior gran parte de lo que consume.
Maduro culpa a los contrabandistas que aprovechan el control de precios en Venezuela para traficar gasolina y alimentos a la vecina Colombia.
El resultado para los venezolanos: góndolas vacías y precios altos.
Los afortunados que encuentran lo que necesitan en los mercados gubernamentales lo pagan a precios controlados; los otros tienen que pagar en mercados privados hasta siete veces más caro.
El precio normal de un kilo de leche en polvo es de 30 bolívares, pero en esos mercados puede ser hasta de 250 cuando el salario mínimo es de 3.270, unos US$ 519 a la tasa oficial de 6,30.
Más rentable que la cocaína
El negocio del contrabando es bien conocido en San Cristóbal, capital de Táchira, pegada a Colombia.
Maduro apareció el viernes en televisión mostrando un cartón de un litro de leche que cuesta siete bolívares (algo más de un dólar), pero que en Colombia, asegura, se vende en 200.
“Es un crimen”, clamó el mandatario, advirtiendo que tomará medidas. “Vender un litro de leche te da más que vender cocaína hoy por hoy en la frontera”.
Maduro también sostiene que vender combustible es 10 veces más rentable que las drogas, ya que en la petrolera Venezuela llenar un tanque cuesta unos centavos de dólar.
Sin embargo, muchos habitantes señalan que empleados corruptos del gobierno participan en el contrabando fronterizo.
“El gobierno nos tiene aquí mendigando”, se queja Carolina Rodríguez, de 35 años, y la clienta 187 al final de la fila. “Uno se pasa la vida en la cola: cola para el mercado, cola para el teléfono, cola para pagar la luz, el agua”.

Observador 

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